Hoy amanecí con una niebla suave detrás de los ojos. No hay angustia, pero tampoco claridad. Solo esa mezcla que a veces se parece al silencio, otras a una tormenta sin rayos.
En medio de esa bruma, la palabra «espera» me llegó sin anunciarse. Como si algo dentro supiera que no es tiempo de forzar claridad, sino de descansar la mente y permitir que el alma respire.
Me resistí. Quería entender, avanzar, definir. Pero el cuerpo me pidió lo contrario: calma, lentitud, sombra. Y tal vez esa también es una forma de sabiduría.
Esperar no es pasividad. Es una forma sutil de rendirse sin derrotarse. Hoy me dejo estar, aunque no entienda.